jueves, 7 de junio de 2007

Problemas de gobernabilidad en Italia

La capacidad del sistema político italiano para generar crisis partiendo de los asuntos más nimios supera a la de los demás países europeos. Ayer, el Gobierno de centro-izquierda salvó una votación en el Senado en el último momento. Hace un mes, el Presidente del Consiglio, Romano Prodi, estuvo a punto de dejar el cargo a causa de la falta de apoyo de los partidos del centro-izquierda. En esta coalición conviven tanto democristianos como comunistas. La única figura que los mantiene unidos es la de Prodi, un presidente sin partido, pero que todos saben que es el único capaz de poner de acuerdo las distintas sensibilidades dentro de la coalición. Sin Prodi, hoy en día, no habría nadie capaz de presentarse por el centro-izquierda en Italia. No es una novedad, es así desde los años noventa. Y tampoco es algo característico de la izquierda; la coalición de centro-derecha la constituyen seis partidos, incluyendo uno centralista (Alleanza Nazionale) y uno regionalista (Lega Norte). Cómo Silvio Berlusconi ha conseguido que las tensiones entre ellos no pasen de alguna declaración puntual, es uno de los grandes misterios de la política italiana.
Como en toda democracia, el sistema electoral es tan relevante para determinar el sistema de partidos como la composición ideológica de la sociedad. Y el sistema electoral italiano que surgió de la Segunda Guerra Mundial era tan proporcional que el país resultó casi ingobernable hasta los años noventa. El 1993, después de los escándalos de corrupción conocidos como Tangentopoli, un referéndum terminó con la ley electoral proporcional y aprobó la legge Mastarella, que introducía un elemento mayoritario en el sistema electoral. La legge permitió la aparición de dos grandes partidos, Democratici di Sinistra y Forza Italia, con lo que parecía que Italia seguiría la estela de los demás países europeos hacia el bipartidismo. Pero no fue suficiente, los largos años de sistema proporcional crearon una gran multiplicidad de partidos políticos bien asentados entre el electorado, con lo que, si bien la ley favorecía la existencia de dos grandes fuerzas políticas, los pequeños partidos siguieron existiendo, en parte a causa de las grandes diferencias sociales entre el norte, el centro y el sur de Italia.
Y en el 2006, una nueva y muy polémica reforma de la ley electoral promovida por Silvio Berlusconi, entonces Presidente del Consiglio, hizo volver al sistema proporcional. Algunas voces hasta comentaron que Berlusconi había promovido esta reforma para hacer el país ingobernable, esperando una más que posible derrota electoral. Sin duda afirmaciones exageradas, pero que reflejan bien a las claras la inestabilidad política en la que se encuentra el actual gobierno. Con la ley electoral en la mano, en la práctica el Senado está partido en dos, dando demasiado poder a los senadores vitalicios y a los partidos pequeños, que a veces con un solo senador o diputado, pueden hacer tambalear a toda una coalición.

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