viernes, 1 de junio de 2007

Suavinni Gran Reserva

by redacció periodística


En busca de la felicidad


Este fin de semana, pasada la medianoche y por circunstancias azarosas, me vi obligado a comprar mi cena en un restaurante de comida rápida. Rompí así una promesa que me había hecho a mi mismo casi un año antes, cuando, en mi época de estudiante de intercambio en Italia, enfermé una semana, según creo yo, a causa de frecuentar demasiado estos establecimientos. Después de entregarme mi menú, la dependienta me comentó si quería trabajar con ellos. No me vi en el espejo, pero mi cara de sorpresa debió de ser reveladora, ya que en seguida comentó que el trabajo “no está mal”. Se por experiencia propia que trabajar en uno de estos restaurantes no es solo que “esté mal”, es que es horrible. Salarios bajos, turnos eternos, repetición incesante de tareas y prepotencia de los encargados. Un cóctel que lo convierte en un trabajo tan alienante que poca gente aguanta más de un año, estando siempre las plantillas en eterna rotación.
Y aún así, esa muchacha parecía ser sincera, es más, detrás del mostrador parecía completamente feliz. Con cada hamburguesa te regalaba una sonrisa. Y no una de esas sonrisas forzadas, casi de desdén; no, una sonrisa auténtica, que casi te obligaba a sonreir tú también para no parecer grosero.
La felicidad. Un objetivo tan pretendido como inconcreto. ¿En que consiste? ¿Porqué en las mismas circunstancias algunas personas son felices mientras que otras están apesadumbradas? En una de sus obras más conocidas, “Miedo líquido”, el filósofo polaco Zygmunt Baumann explica que la felicidad, en épocas pasadas una meta implantable, ya que la gente se contentaba con la supervivencia, se ha convertido en una obligación en nuestra cultura de masas. Una obligación que implica frustración. La frustración de quedarnos atrás, de perder el tren de la felicidad y quedar excluidos de una sociedad donde todos son, o lo aparentan ser, felices. Hasta el punto que buscamos la felicidad en las cosas más superfluas. En el consumo desenfrenado, no ya tan solo de bienes, sino también de afectos. La necesidad de aprobación social convierte así nuestra vida diaria en una escenificación, un verdadero teatro donde representamos distintos papeles, según sea el caso, pero sin llegar a ser nunca nosotros mismos.
Quizás, y en mi modesta opinión, nos sería suficiente con dejar de preocuparnos y contentarnos en hacer lo que más nos guste, ya sea escribir columnas o servir hamburguesas, porqué en ningún lugar está escrito que una cosa sea de por si mejor que la otra.

2 comentarios:

Eulàlia Sánchez dijo...

A mi em fa feliç llegir un bon llibre,nedar a una platja verge, viatjar per indrets que no he visitat mai, aprendre idiomes,tenir amics bones persones...Crec que la felicitat si existeix no s'assoleix buscant grans objectius perquè si no arregles el món llavors et frustres.

Nuria Vega dijo...

Oh, querido suavinni, acabas de ganarte una lectora! Ahora bien, deberas de ganártelo en próximas publicaciones e! no te creas k todo está ganado!Zygmunt Baumann! la aportación de éste al pensamiento moderno es del todo admirable, sobre todo en obras como Modernidad y Holocausto, una obra que por muchas cosas merece la pena, la primera de ellas: porque analiza la forma de pensamiento contemporánea a través de uno de los sucesos más terribles de la historia como es el holocausto alemán, de una manera, entretenida, elegante pero sobre todo didáctia. Tu has puesto filósofo, otros dicen sociólogo: yo prefiero decir que es de los mios
Saludos